Acababa de terminar un grandioso cuadro repleto de estrellas y misterios que formaban un universo infinito. Con las manos aún llenas de pintura tomó un gran pedazo de arcilla e hizo un hermoso mundo, con sus propios habitantes. La pintura de sus dedos dibujó fronteras involuntariamente y baño de diferentes colores a las personas que sus dedos dieron forma. Cuando hubo terminado su redonda obra se la enseñó a sus amigos con orgullo.
– Esta es diferente a las demás, es especial.
Uno replicó:
– ¿No se verán sus habitantes como extraños al tener diferentes colores?
Otro añadió:
– Esos colores diferentes parecen pequeños muros que separan a sus habitantes
El creador explicó:
– No se preocupen. Si se acercan y miran bien verán que todos están hechos del mismo material.